Cuando a finales de los años 50, EEUU y la Unión Soviética comenzaron la pugna por la supremacía en la llamada carrera espacial, nadie sabía muy bien de qué iba a ir todo ese rollo. En un principio, a estas potencias la Tierra se les había quedado pequeña, y parecían querer disputarse también el espacio exterior; así que lo que más les importaba era ser los que más cohetes lanzaban al espacio, los que más tiempo se mantenían dando vueltas alrededar de la órbita terrestre, los que eran capaces de viajar más lejos, los que pisarían primero la Luna… Y, en fin, una serie de objetivos que no tenían mucha utilidad práctica en principio, pero que sin duda (y quizá sin los protagonistas de la época pretenderlo) marcaron el camino para los que vendría al pasar las décadas.
Tras algunos años en los que se tuvo mucho interés en aplicar las tecnologías de la ingeniería espacial para fines científicos (estudio de climas, geografía, componentes de la atmósfera…), parece que de alguna forma se ha vuelto al principio, y es un verdadero interés por saber qué hay más allá de nuestro planeta. Se podría decir que hay dos objetivos claros en la carrera espacial en nuestros días: descubrir y colonizar nuevos planetas por un lado, y los viajes espaciales, por el otro.
En realidad, deberían ser la misma cosa, pues es un objetivo primordial el poder garantizar viajes al espacio exterior seguros y cómodos; la mayor permanencia en una nave garantizaría que se pudieran alcanzar objetivos más lejanos, tanto para su colonización como para su estudio. Sin embargo, tan pesetero como es el ser humano, en los últimos años los viajes espaciales se han convertido en una especie de ocio (para ricos, por supuesto), que aseguran una experiencia extraordinaria al ser capaces de permanecer dando vueltas alrededor de la Tierra mientras uno disfruta de las maravillas galácticas por un lado, y del planeta a vista de pájaro.
En realidad, aunque las bases espaciales permiten que los astronautas permanezcan en ellas durante años, cosa impensable cuando empezó toda esta locura de la carrera espacial, aún queda mucho por avanzar. El objetivo último de cualquier navegación al espacio exterior y su permanencia debería ser el poder reproducir lo más fielmente las condiciones de vida que se tienen en la Tierra; y aunque se han dado pasos de gigante en este sentido, aún nos queda bastante que mejorar. Algunas funciones básicas de la vida humana son aún difícilmente practicadas dentro de cualquier tipo de cubículo extraterrestre, ya sea estático o en movimiento: alimentarse, ir al baño, o incluso asearse… ¿Y qué me dices de la reproducción? ¿Habría alguna manera de practicar sexo en el espacio de manera satisfactoria? Si tenemos en cuenta que puede que en un futuro tengamos que atravesar el universo en naves y que los viajes pueden durar años, es un tema que puede interesar bastante.
Algunos científicos han tocado este asunto, pensando que era algo en lo que merecía la pena ahondar, y se han pronunciado sobre ella. La falta de gravedad en las naves espaciales hace que el contacto de los cuerpos a la hora del encuentro sexual sea realmente difícil y engorroso; incluso, puede llegar a ser peligroso. Y como a todos estos entendidos se les ha acusado de frívolos por parte de mentes puritanas, que no acaban de aceptar que la sexualidad es una función básica de nuestra vida, tampoco les han dejado ahondar mucho en el tema. Pero es un error pensar que allá arriba, en el espacio interior, los hombres y mujeres no estarían interesados en todo lo que tenga sabor a xxx. ¿Te imaginas que aquí en la Tierra alguién te dijera que tienes que renunciar al porno online digamos que por todo un año? Nada de fotos guarras, ni videos porno, ni películas para adultos, ni siquiera un triste desnudo o imagen erótica. Más de uno perdería la chaveta aquí a ras de suelo; no me quiero imaginar lo que sería a miles y miles de kilómetros de distancia de la atmósfera, por mucho que los astronautas seas profesionales preparados para soportar las condiciones más duras. Para más de uno, eso sería un destino peor que la muerte.
Yo diría que la sociedad terrestre estamos demasiado apegados a las comodidades que da el primer mundo, incluso el segundo. Así que mejor dejemos que los astronautas sigan ejerciendo su profesión de la mejor forma que saben; y bueno, si tienes la oportunidad (y la pasta) de darte una vuelta por la atmósfera, aprovéchala, y luego vuelve a la Tierra a seguir con tu vida diaria.